Guerra de Ucrania – Día 742

Mientras se sigue haciendo evaluación de daños de la última oleada de drones rusos, que además alcanzó Odesa mientras Zelenski se reunía allí con el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, Macron continúa intentando convencer a la opinión pública francesa de la gravedad de la situación en Ucrania. El presidente galo no solo ha recibido a sus antecesores, François Hollande y Nicolas Sarkozy, sino que se reunirá en breve con los dirigentes de su partido, para tratar la situación. Sobre el frente, entre notables problemas para cubrir las bajas, Ucrania ve cómo Rusia continúa empleando de forma creciente bombas planeadoras, a la vez que intenta responder con los primeros lanzamientos de AASM Hammer, suministradas precisamente por Francia.

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Qué Francia está intentando tomar un papel protagonista en relación con la guerra de Ucrania no es algo nuevo. Desde que Rusia optara por invadir a su vecino, en febrero de 2022, han sido muchos los intentos del presidente galo, Emmanuel Macron, destinados a jugar un rol importante, las más de las veces como puente entre Rusia y Occidente, buscando una negociación: de ahí que en varias ocasiones el presidente galo haya mantenido charlas con Putin, haya defendido el diálogo e, incluso en fecha tan reciente como diciembre de 2023 haya vuelto a incidir en mantener puertas abiertas a este, asegurando que no había «cambiado su número de teléfono».

No obstante lo anterior, de un tiempo a esta parte, especialmente desde que la situación en los Estados Unidos se ha bloqueado por completo (y los resultados del Supermartes no hacen sino complicar la situación, pues los republicanos que podían haber sido más independientes terminarán por plegarse a los intereses de campaña de Trump), Macron ha ido cambiando su discurso. Es más, a medida que llegaban noticias preocupantes desde el frente, que los avances rusos -hay que ponerlos en contexto, pues siguen siendo escasos- se incrementaban y que llegaban noticias relativas a los problemas tanto de munición como de personal en las Fuerzas Armadas ucranianas, la postura de Macron se ha ido endureciendo.

El presidente galo parece estar convencido de que lo que hasta ahora era una guerra por delegación relativamente cómoda para Europa y los Estados Unidos (ya hablamos en su momento sobre cómo las relaciones de costes comenzaron a cambiar progresivamente a finales de 2022) ha ido mutando. Se desconoce si el agobio de Macron tiene que ver con el acceso a información clasificada preocupante respecto de los planes y posibilidades rusos, si ha tomado conciencia de que la amenaza que plantea este país va más allá de Ucrania, si ha caído en la cuenta de que las capacidades reales de la mayor parte de fuerzas armadas de la UE son mínimas o si el detonante ha sido una combinación de todos estos y otros factores.

Sea como fuere, está haciendo un notable esfuerzo por que la opinión pública gala tome conciencia del problema. No es ya que hace unos días dijese que el envío de tropas estaba sobre la mesa, en lo que sin duda ha sido un error por las razones que ya aportamos. Es que recientemente se ha reunido con sus dos antecesores inmediatos, François Hollande y Nicolas Sarkozy, para tratar sobre la guerra de Ucrania y escuchar su parecer y consejos. Todo esto teniendo en cuenta que ambos expresidentes no podrían tener una postura más diferente, siendo Hollande partidario de continuar con el apoyo a Ucrania e incluso de incrementarlo, mientras que Sarkozy ha llegado a mostrarse a favor de cortarlo de inmediato buscando una solución negociada que pasaría por una Ucrania neutral.

El caso es que, durante la reunión, que no ha sido a tres bandas, sino primero con Hollande y después con Sarkozy, el primero ha recomendado a Macron que sus palabras y sus acciones sean consecuentes. Es decir, que es preferible «no decir lo que vamos a hacer y hacer lo que no dijimos» («ne pas dire ce que l’on va faire et de faire ce que l’on n’a pas dit») pero, en cualquier caso, dejando de lado las declaraciones pomposas, especialmente cuando no tienen demasiado respaldo ni convencional ni estratégico: «cuando menos digamos, mejor actuaremos» («Moins on en dit, mieux on agit»). Eso sí, Hollande se ha mostrado en cualquier caso contrario al envío de tropas francesas a Ucrania, así como a cualquier medida, en general, que vaya en contra de la unidad de Europa, entendiendo que esto iría en contra de un apoyo más amplio a Ucrania.

El segundo, recordemos que investigado por recibir medio millón de euros de una compañía de seguros rusa y por supuesto tráfico de influencias, se desconoce qué es lo que transmitió a Macron, aunque su postura, a la que ya hemos hecho referencia, quedó meridianamente clara en su libro autobiográfico «Le Temps des combats» («Los años de las luchas»). Es decir, que lo más plausible es que haya mantenido su línea y haya aconsejado a Macron que se desligue por completo de seguir enviando ayuda militar a Ucrania.

Además de lo anterior, el presidente galo se reunirá en breve con los líderes del partido Renacimiento, del que forma parte. En última instancia todo indica, que desde el punto de vista de un Macron que hace unas horas llamaba a sus aliados a «no ser cobardes», lo que importa es provocar una toma de conciencia por parte de la población del país, en tanto, como explica el historiador francés Antoine Arjakovsky, «Poco a poco se está dando cuenta de que no es sólo Ucrania la que está siendo atacada, sino toda Europa […] La cuestión es defender la civilización europea y el modo de vida europeo. Por eso es importante hablar de ello con todos los sectores de la sociedad francesa».

Sea como fuere, y a pesar de lo que hayan podido transmitir en privado Hollande y Sarkozy, o de la oposición o no que pueda encontrar dentro de sus propias filas, por el momento la política francesa sigue otros derroteros. Tanto que en cuestión de horas Macron recibirá a su homóloga moldava, Maia Sandu, con la intención de estrechar lazos, hasta el punto de que se firmará un acuerdo de cooperación en materia de defensa y una hoja de ruta para la cooperación en el ámbito económico. Así, desde el Elíseo han asegurado que «El Presidente de la República reiterará el apoyo de Francia a la independencia, la soberanía y la seguridad de la República de Moldavia, en el contexto de la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania».

Como quiera que la actitud francesa y su posible incremento en el compromiso con Ucrania van por un lado y la realidad del frente, todavía, por otro, toca pasar al análisis de lo ocurrido sobre el terreno en la última jornada. En primer lugar, se sigue haciendo recuento de daños tras la última oleada de drones rusos llegada al territorio ucraniano, que se ha extendido durante el día. Así, entre otros, se han registrado varios heridos en Sumy.

Lo más relevante, sin embargo, habría ocurrido nuevamente en Ucrania, al coincidir la llegada de los Shahed-131/136 (Geran-1/2) rusos -y según algunas fuentes de un misil balístico– con la visita del presidente ucraniano, Zelenski, a la ciudad, mientras se reunía además con el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis. Los titulares no han tardado en surgir, siendo varios los medios que con muy poco criterio hablaban de intento de asesinato de Zelenski y de Mitsotakis, algo harto improbable. En primer lugar, porque Rusia ha tenido ocasiones mucho mejores de acabar con la vida de Zelenski pero, al menos después de las primeras semanas de guerra, no parece haber mostrado interés en ello. En segundo lugar porque, de pretenderlo, los drones Shahed no parecen el arma más adecuada, dada su relativamente baja tasa de éxito y el hecho de que permiten alerta temprana, pudiendo como ha sido el caso Zelenski y su comitiva ponerse en marcha. El tercero porque, a pesar de los titulares y las declaraciones, lejos de producirse a 150 metros, el ataque habría ocurrido a varios kilómetros de la posición de Zelenski. Rusia, por su parte, ha alegado que su ataque se dirigía contra una instalación en el puerto de Odesa desde la que se preparaban ataques ucranianos con buques de superficie no tripulados como los que han alcanzado recientemente el patrullero «Sergei Kotov».

Del lado contrario, se ha informado de una fuerte explosión en Berdyansk, localidad ucraniana en la costa del mar de Azov bajo control ruso. Además, desde el Ministerio de Defensa ruso han hablado un día más de ataques ucranianos con drones contra Bélgorod y Voronezh, supuestamente sin éxito.

Dicho lo anterior, y en cuanto a los combates y movimientos, las novedades han sido relativamente escasas, si bien las pérdidas continúan siendo altas. Así, al norte del frente, se han registrado nuevos intentos rusos en el área de Kúpiansk, tanto en dirección a Sinkiv’ka, tema que abordamos ayer, como hacia Novoselivka y Tabaivka, lo mismo que más al sur hacia Terny y Yampolivka. Aunque no está claro en qué grado, Rusia está logrando avanzar al menos en dirección a Kúpiansk, buscando alcanzar el Oskil.

En torno a Bakhmut, después de que las tropas rusas se adentraran en Ivaniv’ke no se han registrado nuevos cambios.

En el caso de los alrededores de Donetsk tampoco hay grandes novedades, aunque siguen produciéndose numerosos ataques tanto por parte de las unidades de drones de uno y otro bando, como de la aviación.

Sí se han producido avances rusos en el antiguo eje de Orihiv, en la zona de Verbove, retomando Rusia algunas de las posiciones perdidas en verano.

Precisamente el tema de la aviación es clave, pues está permitiendo a Rusia, tanto com bombas planeadoras de cabeza unitaria, como utilizando submuniciones, plantear un enorme problema a Ucrania en diversos puntos del frente. Una apuesta que Ucrania, además de con el empleo de cohetes con submuniciones, intenta contrarrestar con las recién llegadas bombas asistidas por cohete AASM-250 Hammer francesas, que ya han entrado en servicio.

Contexto internacional, diplomacia y sanciones

En el apartado internacional, como no podía ser de otra forma, lo más señero de la jornada han sido las reacciones al ataque ruso a Odesa. Reacciones que han llegado desde Italia, en donde la primera ministra Meloni hablaba de «acto de intimidación» condenando el ataque «en los términos más enérgicos» o desde la Casa Blanca, en donde un portavoz del Consejo de Seguridad Nacional decía que solo demuestran la necesidad de seguir ayudando a Ucrania.

También, como no podía ser de otra forma, desde distintas instituciones comunitarias. Así, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, condenaba también lo sucedido, asegurando que nadie se «siente intimidado por este intento de terrorismo: ciertamente ni los dos líderes sobre el terreno ni el valiente pueblo de Ucrania», mientras que el presidente del Consejo (y archienemigo de la anterior, permítannos la broma), Charles Michel hablaba de «tácticas cobardes de Rusia en su guerra de agresión contra Ucrania». Del mismo modo, el Alto Representante, Josep Borrell, decía que el «imprudente ataque aéreo» lanzado por Rusia «demuestra una vez más el desprecio de Putin por cualquier norma y su deseo de agravar la situación».

La reunión entre Zelenski y Mitsokakis, que finalmente ha quedado completamente opacada por el ataque ruso, tenía como objetivo, entre otras cosas, hablar sobre las formas de ampliar el espacio de seguridad del Mar Negro, de la infraestructura portuaria o de las necesidades de Ucrania en cuanto a defensa aérea entre otros temas.

En otro orden de cosas, la actividad diplomática ha estado marcada, en parte, por el encuentro entre el jefe de la Oficina del Presidente de Ucrania, Andriy Yermak y la ex primera ministra finlandesa, Sanna Marin, quien sigue siendo miembro del Grupo de Trabajo Internacional sobre Seguridad e Integración Euroatlántica de Ucrania. Una reunión en la que, como es lógico, se ha hablado de los pasos dados y por dar, en el caso ucraniano, para poder pasar a formar parte de las principales instituciones occidentales. Marin, además, se ha reunido con el primer ministro ucraniano, Denys Shmyhal, para tratar los mismos temas así como para encontrar la forma de atraer inversiones a Ucrania.

También ha estado activo el ministro de Exteriores, Dmytro Kuleba, aunque no atendiendo a diplomáticos de otras naciones, sino grabando un vídeo que posteriormente ha difundido en las redes sociales y en el que explica las razones por las que la expansión de la OTAN no habría implicado ruptura de promesas a Rusia y por las que Rusia estaría mintiendo al decir que se había visto obligada a atacar a Ucrania en respuesta a su deseo de entrar en la Alianza.

En cuanto a la ayuda militar, en los Estados Unidos se ha venido hablando sobre cómo el presidente Biden estaría intentando recurrir a fondos del US Army para poder suministrar equipamiento y munición a Ucrania de forma inmediata por valor de 200 millones de dólares. Se trataría de una serie de fondos de reserva para cuyo empleo no debería contar con el visto bueno del Legislativo, que sigue bloqueando el paquete de 61.000 millones de dólares de ayuda al Kiev.

Por otra parte, desde Bulgaria han comenzado a llegar a Ucrania en lotes de seis parte de los 110 blindados BTR-60 que este país se comprometió a enviar.

También se ha sabido, aunque esto se relaciona más con la colaboración industrial, que la empresa productora de municiones Checoslovak Group está invirtiendo grandes sumas en la creación de empresas conjuntas con socios ucranianos. Por el momento esta empresa, que es propietaria entre otros de la Fábrica de Municiones de Granada, ha entregado a Ucrania carros de combate T-72 reacondicionados, así como municiones y diversos equipos, mientras espera seguir creciendo en el país y aprovechar que las necesidades en cuanto a adquisiciones se mantendrán altas durante los próximos años, incluso aunque la guerra llegue a su fin.

Pasando a la ayuda humanitaria, tenemos que el Departamento de Estado de los Estados Unidos y el Marshall Fund germano han presentado una nueva iniciativa público-privada denominada como «Asociación de Ciudades de Ucrania para la Recuperación Urbana Sostenible» que tendrá como objetivo ayudar a rediseñar y reconstruir tres localidades ucranianas, aunque no se ha especificado por el momento ni el nombre de las tres ciudades elegidas, ni los fondos de los que se dispondrá.

En otro orden de cosas, el director general de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, Rafael Mariano Grossi, se ha reunido con el presidente ruso, Vladímir Putin, con quien ha hablado tanto de no proliferación como de la situación en la central nuclear de Zaporiyia, que ha recomendado no volver a poner en servicio, advirtiendo contra cualquier reinicio «apresurado» de los reactores. Además, según han publicado desde la agencia de noticias rusa TASS, habría mantenido reuniones «tensas» acerca de la seguridad de estas instalaciones con otros funcionarios rusos, antes de verse con Putin.