En las últimas horas han continuado los ataques rusos tanto en Bakhmut, como en Avdiívka y también en Novomykhailivka, localidad de la que han alcanzado ya el centro. Mientras los combates prosiguen, se ha hablado además sobre la iniciativa «Granos de Ucrania» y su impacto, sobre nuevas sanciones a Rusia, en este caso impuestas por Canadá como represalia por la muerte de Navalny y sobre los efectos de la filtración de las conversaciones de los oficiales alemanes, en las que figuraban detalles concretos sobre la forma en la que se realiza el envío de misiles Storm Shadow y SCALP a Ucrania.
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Son muchas las preguntas que nos hacen los lectores, tanto a través del email como de las redes sociales, aunque no siempre podemos resolverlas. Una de ellas, bastante recurrente, tiene que ver con el desarrollo de los sistemas de armas autónomos y su papel en la guerra, especialmente en el caso de los drones o robots terrestres. De hecho, algún usuario nos ha interrogado alguna vez acerca de por qué no estamos viendo ya robots humanoides combatir, cuando supuestamente hay en Internet vídeos (que nos enlazan), de modelos muy avanzados.
Más allá de que la mayoría de estos vídeos son fakes que recurren a técnicas de CGI (Computer-Generated Imagery), son varias las razones por las que los sistemas totalmente autónomos -FAWS (Fully Autonomous Weapon Systems), LAWS (Lethal Autonomous Weapon Systems), LAW (Lethal Autonomous Weapon) o LARs (Lethal Autonomous Robots) e incluso, en tono más informal, de Robots Asesinos (Killer Robots)- todavía no se han generalizado y, también, por las que no está nada claro hasta qué punto lo harán. El primero y más básico el estado del arte y, a partir de ahí muchos otros, como el coste, totalmente antieconómico.
También está la cuestión de lo que consideramos autonomía, que puede determinarse de múltiples formas pero que, para que realmente robots humanoides -los Terminators que todos tenemos en la cabeza- sean funcionales, solo puede ser del tipo Human-out-of-the-Loop: sistemas que no están sujetos a control humano y que, por tanto, dependen únicamente de su programación y de la sensibilidad de sus sistemas para encontrar objetivos, seleccionarlos, establecer el orden del ataque y, en su caso, proceder a él.
Esto último plantea, por una parte, un importante dilema moral a las empresas y ejércitos que trabajan en el desarrollo de este tipo de sistemas. Por supuesto, también a los Gobiernos. Recordemos que ya durante la época de la Transformación, esto es, mientras se libraban las guerras de Irak y Afganistán (aunque no solo), la cuestión de los drones de guerra -en todos los casos supervisados por humanos o Human-on-the-Loop– generó intensas polémicas, así como una importante bibliografía que trataba de aportar a un debate ni mucho menos cerrado todavía.
Volviendo sobre los sistemas terrestres o Unmanned Ground Vehicles -que no tienen porqué ser humanoides y, de hecho, generalmente no lo son-, cabe decir que son probablemente uno de los conceptos menos evolucionados actualmente entre los diversos drones de guerra y, al mismo tiempo, sobre los que más se especula. El mayor hándicap al que se enfrentan los ingenieros pasa porque la introducción de algoritmos de Inteligencia Artificial (hay que hay que dejar claro que en todos los casos se trata de una IA dbéil) en un entorno físico tan cambiante como el terrestre, en comparación con los cielos o el mar abierto, es bastante más compleja.
Por explicarlo de forma somera, tenemos que, a diferencia de los dominios aéreo y naval, en los que pueden trazarse rutas de forma relativamente sencilla, concentrándose los operadores en otras funciones (observación, identificación de objetivos, ataque…), el dominio terrestre es demasiado exigente y lo hace imposible. La orografía, obstáculos físicos como casas o construcciones de cualquier tipo, terreno poco transitable… son muchos los elementos que dificultan que los drones puedan progresar adecuadamente.
Ahora, sumémosle a este problema la necesidad de identificar blancos y discriminarlos en un entorno en el que estos son mucho más pequeños generalmente (no hablamos de aviones o buques), hacen uso de camuflajes más complejos, pueden aprovecharse del entorno para la ocultación, entremezclarse con civiles y mil factores más. Todos y cada uno de los cuales añaden un estrés adicional a unos operadores que, para más inri, deben controlar el sistema asignado y decidir en un entorno caracterizado por una conciencia situacional muy limitada.
Esto hace que, en el caso de los robots terrestres -a pesar de los múltiples intentos que se vienen haciendo en los útimos años-, hayan quedado por el momento relegados a tareas o bien de apoyo, o bien demasiado específicas, pero muy diferentes a las que podría adoptar un supuesto robot humanoide armado. Así, lo que tenemos es el empleo de UGVs para enviar suministros a primera línea o para retirar heridos de esta. También, montando explosivos, a modo de robots kamikazes o de VBIED no tripulados -sobre los que ya hemos hablado-. Todo a pesar de que Rusia venía desde tiempo atrás trabajando en modelos como el Uran-9, que están lejos de dar el resultado esperado.
Al final, más allá de que ninguno de los dos principales actores implicados en esta guerra tenga ni los recursos económicos ni los medios tecnológicos para avanzar en este tipo de tecnologías hasta alcanzar metas que por ahora pertenecen más a la ciencia ficción que a la realidad, lo que tenemos es que el empleo de este tipo de sistemas es todavía ilógico, tanto por rentabilidad, como por los riesgos que entraña. De hecho, ni siquiera hay nada que haga pensar que la mejor forma de sacar partido a los robots autónomos sea la de diseñar modelos con características humanoides, ya que ha de ser la función la que haga la forma y está todavía menos claro que sustituir a la infantería ligera vaya a ser precisamente la función en la que más partido se les pueda sacar. Lo que no quita para que en el mundo civil se estén logrando notables avances –no sin algún contratiempo-, aunque está por ver si son -y cuándo- extrapolables más allá de entornos tan limitados y controlados como son las líneas de producción de una fábrica.
Cambiando de tercio, y pasando a las novedades sobre el terreno, por el momento no se ha informado de ninguna nueva oleada de misiles o drones rusos contra el territorio ucraniano. Sí siguen encontrándose cadáveres en Odesa, en donde tras el ataque de hace unas horas, el número de fallecidos ha crecido ya hasta las doce personas. También se ha informado de una explosión en Micolaiv en las últimas horas.
Dicho esto, y respecto a los combates, que siguen dejando como es habitual, importantes cifras de bajas, no hay novedades procedentes del sector más septentrional del frente, a pesar de los ataques rusos en zonas como el este de Kreminna o Bilohorivka, a los que hicimos referencia ayer. Respecto a las bajas, por cierto, las estimaciones hechas por el Ministerio de Defensa británico situarían a febrero de 2024 como el mes más sangriento desde el inicio de la guerra, con hasta 29.000 muertos del lado ruso. Como de costumbre, pedimos a los lectores que pongan en duda las cifras concretas, pero no las tendencias, pues son muchas las razones para pensar que, efectivamente, se ha tratado de uno de los periodos con las tasas de pérdidas más altas desde el inicio de la guerra, hace ya dos años.
En el caso de Bakhmut prosiguen los enfrentamientos, no se han registrado cambios de posición. Las tropas rusas continúan luchando por hacerse con Ivanivske, al oeste de la ciudad.
En cuanto a Avdiívka, tenemos que las tropas rusas continúan tratando de romper la línea ucraniana en Berdychi, Orlivka y Tonenke, habiendo sido en la segunda de estas poblaciones en donde han logrado un mayor avance. Los ucranianos, por su parte, continúan lanzando contraataques mediante los cuales retardar el avance ruso -lo que da tiempo a reforzar las líneas más al oeste- e incrementar las bajas contrarias.
Donde sí han logrado un avance significativo las tropas rusas ha sido en Novomykhailivka, en donde han alcanzado ya el centro de la localidad, horas después de situar una bandera rusa a unos centenares de metros del mismo, vendiendo por anticipado la toma de la localidad. Ahora está por ver si los ucranianos seguirán empeñados en el combate urbano en el resto del pueblo -sabiendo que en este escenario las bajas tienden a igualarse- o si se replegarán hacia la vecina Paraskokiívka.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
En el apartado internacional, como es habitual durante los fines de semana, la actividad ha decrecido considerablemente respecto a la que se lleva a cabo los días laborables. Buena parte de ella, ha estado relacionada con la iniciativa de granos de Ucrania y con el hambre en África, que se ha extendido a países como Sudán.
Un tema al que se han referido en las últimas horas, entre otros, el jefe de la Oficina del Presidente de Ucrania, Andriy Yermak, quien ha asegurado que esta iniciativa es fundamental para prevenir la inseguridad alimentaria mundial, así como para «detener el chantaje ruso a nuestros socios africanos aprovechando la escasez de alimentos».
Además, ha dado datos sobre el número de habitantes de Sudán que se benefician de los envíos ucranianos, así como sobre las cantidades enviadas a Nigeria, algo que también han hecho desde el Ministerio de Exteriores ucraniano, desde el cual han publicado que 25.000 toneladas de grano han sido exportadas a Nigeria desde que la iniciativa está en marcha, mientras que 7.665 toneladas de harina han llegado a Sudán.
De hecho, el propio Zelenski también se ha referido a la cuestión (en una jornada en la que ha vuelto a pedir ayuda en forma de armamentos), aportando las mismas cifras, así como algunas imágenes del transporte de grano, y asegurando que «Junto con sus socios, Ucrania ha proporcionado alimentos esenciales a varios países, incluidos Somalia, Etiopía, Kenia y Yemen, durante el transcurso de la operación del programa. Seguimos ampliándolo y anticipamos más envíos en el futuro».
Desde Rusia, mientras tanto, algunos medios hablaban también sobre las posibles crisis alimentarias en gestación, aunque en este caso refiriéndose a la crisis del mar Rojo y a al bloqueo naval que los hutíes intentan imponer, lo que tendrá su impacto en los precios.
En otro orden de cosas, también han sido actualidad las sanciones internacionales a Rusia. Después de que en los últimos días hayan sido Japón, Australia y Nueva Zelanda los países que se han sumado a la Unión Europea, Estados Unidos o el Reino Unido, también Canadá ha hecho un anuncio al respecto. En concreto, serán seis altos funcionarios rusos los que se incluirán en las listas de sancionados, todos ellos en relación con la muerte del opositor ruso Alexei Navalny.
Un Navalny que sigue siendo noticia pues, después de la visita de su madre durante la jornada de ayer a su tumba, han sido numerosos los ciudadanos que se han acercado a rendir homenaje al difunto, quedando la sepultura completamente cubierta de flores, en lo que no deja de ser un desafío a las autoridades rusas, que tratan de terminar con su legado, una vez Navalny ha desaparecido.
Cambiando de tercio, continúa generando titulares el asunto de las conversaciones de oficiales alemanes interceptadas por Rusia y publicadas en las redes por conocidos propagandistas como Simonyan o Soloviev. Desde el Ministerio de Defensa de Alemania han acusado a Vladímir Putin de pretender «desestabilizar» el país. Así, según el ministro del ramo, Boris Pistorius, «Se trata claramente de socavar nuestra unidad (…) , de sembrar división política internamente y espero sinceramente que Putin no lo consiga y que sigamos unidos«. En cualquier caso, por el momento Alemania no parece que esté dispuesta ni a asumir una escalada ni, en consecuencia, a enviar los misiles Taurus de los que se habla en dichas conversaciones, a Ucrania.
Más interesante si cabe, la interceptación y filtración de las conversaciones de los oficiales de aviación germanos tiene una segunda derivada: se habrían filtrado también datos importantes para la seguridad británica y gala, como denuncian medios anglosajones. En concreto, detalles concretos sobre la forma en que los británicos y franceses estarían introduciendo en Ucrania los misiles Storm Shadow y SCALP, a bordo de modelos determinados de vehículos y con la participación de personal de ambos estados.