Guerra de Ucrania – Día 694

Han sido varios los titulares, en las últimas horas, en los que se hacía referencia a la posibilidad de una guerra a gran escala entre la OTAN y Rusia en los próximos veinte año. Desde el Reino Unido, el secretario de Exteriores, David Cameron, advertía contra la política de apaciguamiento, similar a su juicio a la seguida en los años 30 contra el régimen de Hitler al tiempo que presiona para que se utilicen los 350.000 millones de dólares en activos rusos congelados para reconstruir la economía ucraniana. Desde este país, han hecho efectiva la adquisición de media docena de obuses CAESAR franceses, entre anuncios de nueva ayuda por parte de Francia. Sobre el terreno, además de una nueva oleada de drones Shahed-131/136 (Geran-1/2), la noticia más importante del día es la toma de buena parte de la localidad de Vesele por el Ejército ruso.

En las últimas horas se ha respirado un preocupante clima que podríamos denominar de «prebélico». Esto no implica necesariamente que vaya a producirse un conflicto entre Rusia y la OTAN en los próximos días o semanas, ni siquiera años. Sin embargo, sí es importante reseñar que se ha venido produciendo una escalada más retórica que dialéctica, en el sentido de que, desde algunos Estados miembros (o candidatos) de la OTAN y desde la propia organización, comienzan a alertar claramente de la necesidad de prepararse para una posible guerra a gran escala con Rusia en los años venideros.

Obviamente, el futuro no es determinista y lo que ocurra dependerá, más que de otra cosa, de lo que estadounidenses y especialmente europeos seamos capaces de hacer para restablecer la estabilidad estratégica frente a Rusia. Al fin y al cabo, como hemos explicado en reiteradas ocasiones, ya antes del inicio de la invasión se podía percibir que existía una «ventana de vulnerabilidad» que, por una parte, permitió a Rusia ampararse en la «disuasión ofensiva» para lanzar su operación de decapitación y, por otra, pudo contribuir a que este país confiase en demasía en sus propias capacidades militares, haciendo una evaluación incorrecta de la situación.

Como suele ocurrir en estas situaciones, uno de los grandes riesgos es que, mal gestionadas, terminen por convertirse en «profecías autocumplidas» (expresión que suele utilizarse a menudo al referirse a la posibilidad de un conflicto militar –aunque no solo– entre los Estados Unidos y China, por cierto). Aplicado al caso ruso, esto implicaría que, a fuerza de no saber restablecer dicha estabilidad estratégica, por una parte aumentasen los temores rusos a una posible acción en su contra y, por otra, la sensación de un «ahora o nunca», en el sentido de que si no actúan antes, perderán la ocasión de obtener un resultado acorde a sus intereses. Una situación que, en cierta medida, recuerda a la anterior a la Primera Guerra Mundial, excelentemente explicada por Christopher Clark en su obra «Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914», entre otros títulos.

Para el caso que nos ocupa, lo que tenemos en las últimas horas son las declaraciones por una parte del presidente del Comité Militar de la OTAN, el almirante Rob Bauer, en las que aseguraba que el jefe de Estado Mayor sueco, Micael Bydén, estaba en lo cierto al alertar a sus ciudadanos de que se preparasen para la guerra. Las declaraciones de Bydén solicitando a los ciudadanos que se «preparasen mentalmente» para la guerra no hacían, de hecho, más que seguir la línea de las hechas unos días antes por el ministro de Defensa Civil, Carl-Oskar Bohlin, quien advertía a los suecos contra la complacencia.

El problema aquí no es tanto la actitud sueca, correcta en el sentido de que una sociedad bien preparada es una fuente impagable de disuasión. Tampoco que desde la OTAN se alerte sobre los cambios que se están produciendo a nivel global y de la necesidad de estar preparados incluso para posibles movilizaciones. Lo es, más bien, la espiral de declaraciones y la sensación de que, a fuerza de no entender términos básicos como disuasión o equilibrio, que tienen un alto componente técnico, las declaraciones de los responsables se reduzcan a meras proclamas políticas. Al fin y al cabo, el verdadero problema de nuestras sociedades no es la amenaza que plantean los regímenes revisionistas (con los problemas se lidia, por complejos que puedan ser), sino el idealismo que se desprende de muchas declaraciones hechas por los representantes de las mismas y que nos recuerdan, una y otra vez, que carecemos de las herramientas intelectuales y de los esquemas mentales necesarios para gestionar el tipo de situación al que nos estamos enfrentando.

https://www.revistaejercitos.com/opinion/el-problema-aleman-tras-30-anos-de-paz/

Mientras tanto, ya en términos más inmediatos, tenemos en las últimas horas distintos anuncios por parte francesa sobre los que hablamos por encima en el informe anterior, pero que merecen una explicación algo más detenida. En primer lugar, está la cuestión de los obuses autopropulsados CAESAR de 155mm. De estos, se ha anunciado el envío de media docena, pagados por Ucrania a un precio de entre 3 y 4 millones de euros la unidad, mientras se buscan los mecanismos mediante los cuales se pueda financiar el envío de hasta 60 sistemas más.

Además de estos, Francia suministrará por su cuenta media docena de obuses más, mientras llama a los aliados de Ucrania a aportar en una operación que supondría un desembolso de unos 280 millones de euros, que es lo que costaría adquirir los otros 60 CAESAR que Nexter estaría en disposición de fabricar a lo largo de este 2024. Todo ello en el marco de la «coalición de artillería para Ucrania», encabezada por Francia y Estados Unidos y que incluye a 23 países, teniendo como objetivo aumentar la capacidad artillera ucraniana a corto plazo.

Como es habitual, en el caso concreto de Francia (aunque no solo, no nos engañemos) hay un fuerte interés industrial, más allá de la voluntad de ayudar a su aliado. Después de llevarse varios varapalos en cuanto a ventas, y tras lograr aumentar su capacidad de producción de obuses, necesita «colocar» sus CAESAR y nada mejor que Ucrania para ello. No es de extrañar que se haya producido una interesante polémica entre el nuevo ministro de Defensa de este país, Sébastien Lecornu y los investigadores del Instituto Kiel, organismo que ha venido intentando cuantificar la ayuda prestada a Ucrania por parte de sus aliados. Estos, que han situado a Francia a la cola del pelotón de donantes, demostrando que su actitud ha sido timorata, han sido rebatidos por Lecornu, quien asegura que sus datos no son «ni fiables ni viables».

Es muy posible por tanto que el origen de la disputa esté en la forma en que Francia está gestionando la «ayuda» a Ucrania, que en buena medida no se ha producido en forma de donaciones, sino de créditos destinados a alimentar su propia industria de defensa, pues los ucranianos únicamente pueden utilizarlos en adquirir material bélico en nuestro país vecino. Una actitud que en cierto modo se entiende, pues desde Francia además de ayudar a Ucrania, intentan en cierta medida que los fabricantes de este país no terminen convirtiéndose en rivales de sus propias empresas de defensa, algo que podría ocurrir dado el aumento en las capacidades productivas ucranianas a base de inyectar enormes sumas de dinero para poder mantener el esfuerzo bélico.

Sea como fuere, Francia ha intentado en parte enmendar su mala imagen con recientes anuncios, pues más allá de la entrega de obuses, donará también más misiles de crucero (40), disparos de artillería (3.000), así como bombas guiadas para la aviación ucraniana, en un esfuerzo que se espera sea sostenido a lo largo del tiempo. En este caso concreto se trata de bombas guiadas Hammer (equivalentes a las JDAM-ER), de las cuales se espera que suministren a su aliado medio centenar al mes, aunque por el momento se desconoce desde qué plataforma serán utilizadas. Como no podía ser de otra forma desde Ucrania han agradecido la decisión del Elíseo.

Cambiando de tercio, para pasar a lo ocurrido sobre el terreno en las últimas horas, nos encontramos con el lanzamiento de una nueva oleada de drones de diseño iraní sobre Ucrania. En concreto, este país ha hablado de 33 unidades, de las que habrían logrado derribar o neutralizar 22 de ellos. Entre otros puntos, se habría producido destrucción en Chuhuiv, en la óblast de Járkov, donde una mujer habría fallecido. Además, las defensas aéreas habrían estado activas en regiones como la de Khmelnitsky.

Del lado ruso hablan de la destrucción de drones ucranianos sobre Podolsk, así como sobre la capital del país, Moscú, y sobre la región de Leningrado. Desde Ucrania, de hecho, hablan de un ataque que habría alcanzado instalaciones portuarias, a 1.250 kilómetros de sus fronteras, en la ciudad de San Petersburgo, situada en esta última región. Además, se han registrado cortes eléctricos en distintas partes de Crimea, sin que esté del todo clara la causa.

Dicho lo anterior y, en lo referente a los combates, que continúan implicando un gran número de pérdidas por parte especialmente rusa (en las últimas horas se han identificado, por ejemplo, siete carros de combate destruidos y más de una docena de vehículos de combate de infantería), tenemos que, comenzando por el norte, el Ejército ruso ha continuado con su ofensiva al oeste y sur de Kreminna, sin cambios desde que en las horas previas lograse avanzar ligeramente hacia Bilohorivka, al sur de esta localidad.

En donde sí se han producido cambios es en la zona de Spirne, concretamente en la pequeña localidad de Vesele, que ahora obra en su mayoría en manos del Ejército ruso, después de que los ucranianos se hayan retirado a las colinas al noroeste de esta población, en donde tienen sus posiciones defensivas más sólidas. Más al sur, en Bakhmut, hay fuentes que hablan también de pequeñas ganancias rusas concretamente al sur, en Klischiívka.

Pasando al oeste de Donetsk, tenemos que, en Avdiívka, además de continuar sus ataques en la zona más a septentrión, las tropas rusas han vuelto a intentar asaltos en la zona de Vynohradnyky, al sureste. También, y todavía más al sur, hacia Perekrestok, Pervomais’ke y Nevels’ke.

Contexto internacional, diplomacia y sanciones

En el apartado internacional, y más allá de lo ya explicado sobre la ayuda francesa a Ucrania, la mayor parte de noticias han venido a apoyar la idea de una escalada retórica de la que hablábamos también al inicio del informe, también del lado ruso. Ha sido el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov quien, en el marco de una rueda de prensa en la que ha tocado numerosos temas, pero en la que había un hilo conductor: la separación cada vez más evidente entre Occidente y Rusia.

Además, ha dejado bastante claro que mantienen sus objetivos maximalistas y que, en estos momentos, no están interesados en mantener ningún tipo de conversaciones con Ucrania u Occidente, enmendando así la plana al ministro de Defensa italiano, quien se pronunció al respecto hace unos días expresando una opinión totalmente contraria a la de Lavrov. Todo al tiempo que Moscú continúa fortaleciendo la presencia del Estado ruso en las zonas ocupadas, transformando su economía y su sociedad, lo que hará más difícil que, llegado el caso, cualquier negociación al respecto de las cuatro zonas anexadas pueda estar sobre la mesa.

Por otra parte, han convocado al embajador francés en Rusia, Pierre Lévy, en relación con la supuesta muerte de varias decenas de presuntos «mercenarios franceses» en un ataque ruso contra un edificio en Járkov llevado a cabo el pasado martes. Francia, por supuesto, negó la presencia de dichos «mercenarios», hablando de una «grave manipulación» por parte de las autoridades rusas.

Mientras tanto, desde la OTAN se anunciaba el inicio, durante la próxima semana, de un vasto ejercicio militar que será, a la sazón, el mayor «en décadas», durará varios meses y necesitará de la movilización de alrededor de 90.000 soldados. Obviamente esto no quiere decir que todos ellos vayan a participar activamente como parte de las unidades desplegadas sobre el terreno, pero no deja de ser significativo el hecho de que el objetivo del ejercicio sea simular un enfrentamiento contra un adversario par.

Más allá de esto, buena parte de las declaraciones del día han girado en torno a la espinosa cuestión de los activos rusos congelados en el extranjero. Desde Ucrania, como es lógico, han pedido que se utilicen para apoyar al país. Según su ministro de Exteriores, Dmytro Kuleba, quien además de hablar por teléfono con el ministro de Exteriores de Somalia, ha mantenido una reunión con la ministra de Finanzas de Canadá, su uso «es moral, política y legalmente correcto». Una idea que apoya el secretario de Exteriores británico, David Cameron quien, además de las declaraciones a las que ya hemos hecho referencia, ha llamado a emplear los 350.000 millones de dólares en activos rusos bloqueados en la reconstrucción de la economía ucraniana, utilizando los mismos argumentos que Kuleba.

En el caso de Zelenski, quien ha recordado que hoy hace un año fallecían en accidente de helicóptero el anterior ministro de Interior ucraniano, Denys Monastyrskyi, así como buena parte de su equipo, ha centrado su alocución diaria en la necesidad de imponer nuevas sanciones a Rusia y reforzar las existentes. La preocupación de Zelenski pasa por lograr hacer frente de forma efectiva a las lagunas jurídicas que permiten a Rusia evadir las sanciones. Además, durante su jornada ha tenido tiempo para hablar con el presidente francés, Emmanuel Macron, a propósito de la «coalición para la artillería» así como sobre los preparativos de la próxima «Cumbre Mundial por la Paz».

Cambiando de tema, dos Estados bálticos, Letonia y Estonia, han decidido en las últimas horas poner fin a sus acuerdos de asistencia jurídica con Rusia. Los funcionarios de estos dos países miembros de la Unión Europea (UE) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) citan la invasión de Ucrania por parte de Moscú como razón para terminar con los acuerdos que, desde 1990, regulan la asistencia mutua en casos de derecho común, familiar y penal.

Por otra parte, también se ha sabido que el ex primer ministro ucraniano Mikola Azarov (2010-2014), quien actualmente reside en Rusia, ha sido acusado en rebeldía de «cooperación» con Moscú de cara a «desacreditar» a Ucrania. Además de esto, le acusan de haber justificado la invasión rusa de este país, solicitando la «desnazificación» de Ucrania durante varias intervenciones ante medios de comunicación rusos, así como de negar la masacre de Bucha. También le acusan de haber abogado por la derogación de la Constitución ucraniana, según anunció la Fiscalía General de Ucrania.

Pasando a la Unión Europea, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ha pedido que el apoyo de la UE a Ucrania se revise anualmente. Orbán criticó a los políticos “liberales” por querer “dar dinero a Ucrania durante cuatro años”, afirmando además que hacerlo de esta manera sería “antidemocrático”, especialmente si el apoyo se decide antes de las elecciones al Parlamento Europeo, que tendrán lugar durante el mes de junio. Por el momento, se reserva el derecho de veto, mientras su jefe de Gabinete, Gergely Gulyas, asegura que el país trata de negociar con el resto de Estados miembros una solución aceptable para la ayuda a Ucrania pero que, de no lograr llegar a un acuerdo, los otros veintiséis países podrían llegar a una solución sin Hungría.

Además de todo lo anterior y para finalizar, tenemos que mientras la campaña electoral en Rusia va tomando forma, con Putin visitando por primera vez su cuartel general, el gobernador de Bashkortostán ha calificado de “traidores” y de querer iniciar una “guerra partidista” a los participantes en las protestas que tuvieron lugar el miércoles en la pequeña ciudad de Baymak en Bashkortostán después de que el activista local Fail Aslynov fuera encarcelado durante cuatro años.