Guerra de Ucrania – Día 810

La guerra de Ucrania continúa su curso, mientras unos y otros siguen preparándose para un conflicto largo. Las llamadas por parte de Alemania y los países nórdicos a enviar más ayuda a Ucrania, así como la visita sorpresa de Blinken a Kiev y la promesa de un nuevo paquete de ayuda en los próximos días buscan no solo contrarrestar la ofensiva rusa en Járkov, sino también a los cambios en la cúpula rusa, pensados para preparar al país para un conflicto de duración indeterminada. Todo ello mientras las defensas antiaéreas ucranianas continúan dando muestras de agotamiento, la Unión Europea ha aprobado la exención de visados para el comercio con Ucrania y países como España preparan el envío de más carros de combate y municiones.

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Ayer explicábamos cómo la reorganización en la cúpula rusa, más allá de los titulares relativos al nuevo destino de Serguéi Shoigú o a la incertidumbre sobre el futuro de Nikolái Pátrushev, sugería que el Kremlin adoptaría una postura más -y no menos- asertiva, reforzando su oposición a Occidente y preparándose para continuar con el esfuerzo bélico incluso más allá del agotamiento de sus reservas de blindados o carros de combate, obuses y demás hardware militar. Independientemente de que logren o no sus objetivos, es la respuesta de Moscú al desbloqueo de la situación política en los Estados Unidos y la disponibilidad de decenas de miles de millones de dólares adicionales con los que mantener la capacidad, por parte de Kiev, de hacer frente a las Fuerzas Armadas rusas.

Es decir, que lo que Rusia está haciendo es -independientemente de que luego pueda llegarse a una salida negociada a lo largo de la segunda mitad de este año, o del próximo-, tomar las medidas necesarias para hacer frente al agotamiento de sus stocks materiales, en tanto por el momento no tienen, a diferencia de Ucrania, ningún problema de «mano de obra». Esa es la conclusión, al menos, que sacan desde el Departamento de Estado norteamericano, con Vedant Patel, su portavoz adjunto, afirmando que «Este es un nuevo indicio del deseo frenético de Putin de continuar su guerra de agresión contra Ucrania, a pesar de que representa una carga significativa para la economía rusa y provoca grandes pérdidas para las tropas rusas».

No son los únicos, por supuesto, ya que numerosos analistas mantienen una opinión similar, asegurando que tras la llegada de Belousov se esconde la necesidad de «avanzar hacia una economía de guerra y un gasto militar eficiente», así como de «aumentar la eficiencia en la producción de sistemas de armas mejores y más modernos, además de abordar la corrupción que plaga al establishment militar». Es más, personajes como Mykhailo Podolyak han incidido en esta idea, declarando en las últimas horas que «Los nuevos nombramientos del gobierno ruso muestran que Moscú intentará intensificar su esfuerzo bélico y está buscando reconfigurar su economía para sus necesidades de defensa».

Incluso desde Rusia, el portavoz oficial del Kremlin, Dmitry Peskov, dejaba claro que “Hoy en día, el ganador en el campo de batalla es aquel que está más abierto a la innovación, más abierto a la implementación lo más rápido posible. Por lo tanto, en la etapa actual, el presidente ha decidido que el Ministerio de Defensa debe estar encabezado por un civil”, ofreciendo muchas pistas sobre el trasfondo del nombramiento, que va más allá de los escándalos de corrupción que cercaban cada vez más estrechamente a Shoigú (y de la «limpia» que se está produciendo en el Ministerio). Tenemos, por tanto, que todo apunta a que la guerra de desgaste seguirá, pues ambos bandos están tomando desde hace tiempo medidas para que así sea, quedando el interrogante de cuál es exactamente la «teoría de la victoria» de unos y otros y de cómo esta ha podido cambiar en los últimos meses.

Del lado ruso, la estrategia inicial parecía ser una rápida campaña militar destinada a decapitar al gobierno ucraniano y forzar un cambio de régimen, como lo evidenciaron las fallidas ofensivas contra Kiev y otras ciudades importantes en las primeras etapas de la invasión. Cuando este enfoque fracasó, dieron paso gradualmente -a pesar de intentos como los del saliente de Izium- a una estrategia más de desgaste, confiando en gran medida en su superioridad artillera, la cual debería permitir aplastar con el paso del tiempo a las fuerzas ucranianas, particularmente en la región del Donbás, la más relevante para Moscú. Todo ello sin obviar que, durante muchos meses, el principal esfuerzo ruso pasó por separar a Ucrania de sus aliados, al entender como hemos explicado en numerosas ocasiones que el «centro de gravedad» del bando contrario estaba en el apoyo prestado a Kiev y la voluntad de continuar prestándolo.

Dicho lo anterior, y tras fracasar Rusia también en este empeño, su actual teoría de la victoria parece ser una combinación de guerra de desgaste, destinada a agotar los recursos y el personal militar de Ucrania, y una guerra de movimiento y maniobra para ganar control territorial, particularmente en las regiones oriental y meridional de Ucrania, buscando completar la toma de las regiones de Lugansk y Donetsk a través de pequeñas ganancias incrementales. Especialmente de esta última, en tanto consideran imprescindible alcanzar esa zona búfer o de seguridad en torno a la capital regional que garantice desde la seguridad de sus habitantes a la posibilidad de volver a operar el aeropuerto, situado al noroeste de la urbe y, durante mucho tiempo, zona de combates.

En el caso ucraniano, la guerra fue «ganada» en las primeras semanas de conflicto, al asegurarse con la retirada rusa de Kiev y de otras zonas del país que, a la salida de la misma -o incluso si esta se congelaba-, Ucrania seguiría existiendo como nación independiente, por más que esto implicase enormes pérdidas humanas, materiales y territoriales. Sin embargo, a pesar de que los objetivos estratégicos rusos iniciales no pudiesen ya ser alcanzados, Moscú se fijó otros más asequibles, con lo que el conflicto continuó, de ahí que Ucrania tuviese, a su vez, que buscar una nueva «teoría de la victoria». Así las cosas, precisamente a medida que la ayuda prestada por sus aliados -y condicionada por los éxitos iniciales, en los que nadie parecía confiar antes de febrero de 2022- crecía, desde Kiev se pasó a un enfoque más ofensivo, buscando en el movimiento y la reconquista de regiones como Járkov y Jersón infligir una derrota estratégica a Rusia que las medidas tomadas por Surovikin frustraron, tanto en esta última región -al permitir escapar al grueso de sus tropas del cerco- como, posteriormente, en Zaporiyia.

Desde el revés sufrido en verano de 2023, sin embargo, y dado que la ayuda comenzó a flaquear, se pasó a la defensiva estratégica y a un enfoque puro de desgaste, buscando no solo provocar grandes bajas a Rusia sino, en lo posible, dañar también su economía. De hecho, ambos bandos han pasado a librar una guerra de salvas desigual, en la que Ucrania está resultando perdedora, a pesar de los numerosos éxitos que se ha anotado en los últimos tiempos, atacando refinerías o depósitos de petróleo rusos en ocasiones a más de 1.000 kilómetros de la línea de frente. De hecho, los datos indican que las defensas antiaéreas ucranianas son, dada la falta de sistemas y de municiones para estos, cada vez más ineficaces frente a los misiles rusos -no así frente a los drones Shahed, fáciles de abatir incluso con cañones AA-.

Una vez superados los problemas en los Estados Unidos, y con la ayuda fluyendo de nuevo, es de esperar que Ucrania, a expensas de lo que Rusia logre en las próximas semanas y meses, esté en condiciones de retomar hasta cierto punto la ofensiva a partir del otoño, con la vista puesta quizá en primavera de 2025. Ahora bien, una penetración en profundidad que supere las líneas rusas parece tan improbable entonces como lo era en verano de 2023. Tampoco está claro, por otra parte, cuál podría ser, si lo hay, el objetivo que una vez alcanzado forzase a Rusia a una negociación. Además, no es del todo evidente que los enfoques de Ucrania y de sus aliados respecto a cuál es el camino a seguir para poner fin a la guerra, coincidan por completo.

Así las cosas, si bien Moscú parece tener claro que le es suficiente con aguantar y seguir poco a poco arañando terreno hasta que Ucrania y sus aliados se agoten y, además, parece dispuesta a escalar en caso necesario, pues se muestra cada vez más confiada en sus posibilidades -y convencida de sus razones-, toca a Ucrania definir claramente cuáles son los próximos pasos ante un panorama bastante sombrío y cuál es el camino de salida a una guerra en la que su incómodo papel de proxy –con la consabida dependencia respecto de sus aliados en todos los sentidos– y la no disponibilidad de armas estratégicas limitan enormemente sus opciones. Por el momento, ha puesto buena parte de sus esperanzas en lograr apoyo internacional suficiente, de ahí el papel de la futura Cumbre de Paz Global, como para llegar a algún tipo de acuerdo favorable con Rusia gracias al respaldo de buena parte de la comunidad internacional, aunque no parece evidente que desde Moscú puedan ceder a la presión, salvo que China incline la balanza.

Mientras todo esto se decide, la guerra continúa, con nuevos lanzamientos de drones rusos contra Ucrania. En este caso, aseguran haber derribado todos y cada uno de los 18 drones tipo Shahed-131/136 (Geran-1/2) empleados por las Fuerzas Armadas rusas. Ahora bien, no han podido evitar que ataques aéreos con bombas planeadoras afecten a la ciudad de Járkov. Ataques que seguramente crezcan en los próximos días, a medida que el frente vuelve a acercarse a esta, según la ofensiva rusa continúa. Por otra parte, en las últimas horas desde el Servicio de Seguridad ucraniano han alertado de la posibilidad de que Rusia lleve a cabo ataques contra centros comerciales del país, tras haber desarticulado una red que supuestamente estaba preparando este tipo de actos.

Del lado ruso, tenemos por una parte que se ha producido el descarrilamiento de un tren cerca de Volgogrado, concretamente en Kotluban, provocado al parecer por «personas no autorizadas». Por el momento Kiev no se ha atribuido la responsabilidad de la acción, aunque no sería la primera vez que agentes ucranianos llevan a cabo una acción de este tipo en territorio ruso, como parte de las acciones encaminadas a minar la economía y la logística rusas. Además de esto, y en este caso sí hay confirmación de la responsabilidad ucraniana, ha sido alcanzado un depósito de municiones empleado por Rusia y sito en la localidad de Sorokyne, en la región de Lugansk.

En cuanto a los combates y movimientos, la atención continúa concentrándose en la región de Járkov, en donde las tropas rusas han seguido logrando avances en dirección a Vovchansk, en donde se combate desde hace horas en los arrabales de la localidad. También hacia Lypsi, de la que separan a las tropas rusas pocos kilómetros y a cuyo norte se han hecho con varias aldeas. Todo mientras se continúa debatiendo acerca de las razones de los avances rusos y sobre el estado de las fortificaciones ucranianas al norte de la región de Járkov, o sobre el papel que los retrasos en la ayuda occidental puede estar jugando en relación con la efectividad ucraniana en la defensa de este sector.

Ahora bien, no es el único sector del frente en el que se lucha con ahínco. Más al sur, en el sector de Bakhmut, Rusia ha retomado sus intentos de hacerse con el «Microdistrito del canal», perteneciente a Chasiv Yar, pero al este del canal de agua dulce, por el momento sin conseguirlo pese a los intensos bombardeos preparatorios.

En el sector de Avdiívka, continúan los combates especialmente al sur, en torno a Pervomaiske. Allí, Rusia está expandiendo su control sobre los alrededores de esta localidad, especialmente en dirección a Nevels’ke y Netaylove, cuyo centro obra ya en poder del Ejército ruso. También en torno a Ocheretyne se siguen dando intentos de avance rusos, concretamente hacia Sokil, aunque las líneas parecen más estables en esta zona.

Por último, siguen también los enfrentamientos tanto en Staromaiorske y Urozhaine, como en el caso del antiguo eje de Orijiv, al norte de Verbove.

Contexto internacional, diplomacia y sanciones

Pasando al apartado internacional, comenzamos por la visita sorpresa del secretario de Estado de los Estados Unidos, Anthony Blinken, a Kiev. Llegado a la capital ucraniana en tren, el estadounidense pretende «enviar una fuerte señal de tranquilidad a los ucranianos que obviamente se encuentran en un momento muy difícil», en referencia a la situación que se está produciendo a raíz de la ofensiva rusa en Járkov y las recientes pérdidas en el Donbás.

A la espera de ver con quién mantiene reuniones durante su estancia en Ucrania y qué temas se tratan durante las mismas, desde la Casa Blanca el asesor de Seguridad Nacional Jake Sullivan ya ha adelantado que en los próximos días se anunciará la concesión a Ucrania de un nuevo paquete de ayuda militar, añadiendo que están haciendo «todo lo humanamente posible» para suministrar armas a su aliado. Una ayuda que, según fuentes oficiales estadounidenses, ya ha comenzado a llegar al frente.

Por otra parte, siguiendo con los Estados Unidos, hace escasas horas el presidente del país, Joe Biden, ha firmado el decreto que prohíbe las importaciones de uranio ruso, haciendo así firme una decisión tomada semanas atrás y que, además de suponer un castigo adicional para la economía rusa, favorecerá el despegue de este sector en norteamérica, al eliminar la actual dependencia respecto a Rusia en esta materia.

Más allá de esto, otro que ha viajado en las últimas horas ha sido el ministro de Exteriores ucraniano, quien se ha dirigido a Serbia -un país muy cercano a Moscú-, en donde se ha reunido entre otros con la presidenta del Parlamento, con quien ha hablado sobre temas como asistencia humanitaria, cooperación interparlamentaria o la participación serbia en la Plataforma de Crimea.

Además, se reunió con el primer ministro serbio, Miloš Vučević, quien a pesar de afirmar que «Serbia está comprometida a respetar el derecho internacional y la integridad territorial de los estados miembros de las Naciones Unidas, incluida Ucrania» y que «Estamos abiertos a discusiones amistosas sobre todos los temas y en todos los niveles», se ha negado una vez más a sumarse a las sanciones internacionales impuestas contra Rusia.

Por último, también se vio con el presidente serbio, Aleksandar Vučić, agradeciéndole que haya aceptado celebrar un foro empresarial ucraniano-serbio en un futuro próximo, así como reanudar el trabajo de la embajada de Serbia en Ucrania por primera vez desde marzo de 2022.

Otro que se ha mantenido activo en la última jornada ha sido el jefe de la Oficina del Presidente de Ucrania, Andriy Yermak, quien se ha reunido con Michael Carpenter, quien forma parte del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos y dirige todo lo relacionado con Europa. Al estadounidense le ha insistido en la necesidad de que la asistencia norteamericana llegue a tiempo, así como en la importancia estratégica que la ciudad de Járkov tiene para Ucrania.

En cuanto a Zelenski, ha mantenido llamadas telefónicas con el primer ministro canadiense Justin Trudeau y también con el luxemburgués Luc Frieden, informando a ambos sobre los preparativos previos a la Cumbre de Paz Global, en la que el país tiene puestas buena parte de sus esperanzas y tratando de paso el tema de la ayuda militar a Ucrania.

Precisamente, en cuanto a la ayuda militar, en las últimas horas se ha vuelto a hablar sobre un paquete preparado por España que consistiría en una decena de carros de combate Leopard 2A4 reacondicionados, munición para artillería y armas ligeras, entre otros. Además, se ha sabido que el presidente ucraniano visitará en los próximos días la capital española con la intención de firmar el acuerdo bilateral de seguridad entre España y Ucrania, del mismo modo que ha hecho anteriormente con países como Reino Unido, Francia, Dinamarca o Italia.

Además de todo esto, y para finalizar, el otro punto importante del día tiene que ver con la decisión de los Veintisiete de suspender durante un año más los visados de comercio y las cuotas de importación a los productos ucranianos, lo que proporcionará, según la Comisión Europea, un «salvavidas a la economía del país mediante el acceso al mercado de la UE». Una medida que ha sido inmediatamente celebrada en Ucrania. Así, el primer ministro del país, Denys Shmyhal, ha agradecido a través de las redes sociales una decisión que permitirá que «los empresarios ucranianos puedan seguir exportando mercancías a la UE sin derechos de importación». Una decisión, que según el político ucraniano, además, «acerca aún más a Ucrania y Europa».


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