Guerra de Ucrania – Día 745

Las armas de largo alcance, de las que Ucrania dispone en números mucho menores que Rusia, continúan marcando el devenir de la guerra. La posible destrucción de dos lanzadores de un sistema Patriot por medio de un misil Iskander, el uso creciente de bombas planeadoras o la campaña sostenida de ataques sobre el interior de Ucrania mediante drones Shahed, son algunas muestras de todo ello. Países como el Reino Unido insisten en la necesidad de paliar esta situación, mientras se niegan, eso sí, a cualquier posibilidad de envío de tropas en el futuro. Mientras tanto, desde la Iglesia el Papa pide negociaciones y Orban ruega a Trump que «traiga la paz».

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En las últimas horas ha sido noticia la aparición de un vídeo en el que se vería la destrucción de dos lanzadores que formaban parte de un sistema antiaéreo Patriot suministrado por Alemania a Ucrania. Una acción sobre la que cabe hacer referencia a varios elementos. El primero de ellos, el fallo táctico, por parte ucraniana, que supone el mantener tantos elementos de una misma batería parados en un camino y a una distancia mínima entre sí el tiempo suficiente como para que Rusia complete el ciclo de observación, reconocimiento, decisión y acción, finalizando la «kill chain» con la llegada de un misil balístico Iskander.

Es bien cierto que hay voces que no tienen tan claro que los vehículos destruidos pertenezcan a un sistema Patriot, aunque las imágenes parezcen relativamente claras. En cualquier caso, por relevante o irrelevante que sea una acción puntual, lo preocupante para Ucrania es que en fechas recientes se ha venido incrementando el empleo de misiles, drones y bombas planeadoras como elementos de supresión de las defensas aéreas enemigas (SEAD) por parte de Rusia.

Es más, según algunas fuentes, en las últimas semanas las Fuerzas Armadas de este último país habrían logrado infligir fuertes bajas a los antiaéreos ucranianos, contándose la pérdida de varios lanzadores de distintos tipo, vehículos de mando, radares, etc. Aunque no todas las pérdidas están totalmente confirmadas, como decíamos lo importante aquí es una vez más la tendencia, y esta es inequívoca: Rusia está empleando con éxito distintas armas de largo alcance, incluyendo como en este caso los misiles balísticos de teatro, para permitir a su Fuerza Aérea una mayor libertad de acción al batir las defensas antiaéreas ucranianas a decenas de kilómetros tras la línea de frente.

Es una tendencia, en cualquier caso, que trasciende lo visto en Ucrania. De hecho, es una tendencia sobre la que deberíamos tomar buena nota, como están haciendo en los Estados Unidos, ya que cada vez más los misiles balísticos, los drones de largo alcance y las bombas planeadoras entre otras, determinarán la suerte de unos y otros en el campo de batalla. España, con el SILAM, ha dado un pequeño paso en este camino, a pesar de las múltiples dudas que el programa todavía genera. Sin embargo, será necesario abordar el problema de forma mucho más holística, si lo que pretendemos es dotarnos de capacidades reales, que no pueden depender de un único vector, llegado además en cantidades mínimas.

Además, y en relación, hemos de entender también que la cantidad importa no ya en el caso de las plataformas lanzadoras, sino especialmente en el de las municiones. Todo lo cual implica que estas deban ser producidas y almacenadas en número suficiente. Lo cual, por derivación, impone a su vez desarrollar misiles o drones con un coste menor al de los actuales. Los ucranianos sí han logrado avanzar en algunos aspectos, como este último. Los estadounidenses, con la llegada de los misiles PrSM se han anotado también un importante tanto. En nuestro caso, queda mucho por hacer, mientras luchamos contra algunas inercias…

Hablando de inercias, pero en un sentido muy diferente, Ucrania continúa enfrentándose a un problema de primer nivel en el caso de la falta de personal. Es, sin embargo, un asunto muy polémico que, cuando se plantea, genera enormes críticas y además es susceptible de ser empleado por Rusia en su guerra informativa, pues sirve para apoyar su relato de que Occidente estaría tratando de exprimir a Ucrania «hasta el último hombre». Hablamos de la movilización, rechazada por el momento por el Gobierno de Zelenski bien por considerarla impopular, bien por razones económicas, bien por ser incapaces de proveer el armamento y entrenamiento suficiente a los nuevos reclutas en caso de lanzarse, bien por la incapacidad de llevarla a cabo con garantías, bien por una mezcla de todas.

El caso aquí es que hay una clara diferencia entre el discurso de Ucrania, el análisis que hacemos muchos sobre las motivaciones y objetivos rusos y la actitud del Gobierno de Zelenski (o el compromiso de algunos de sus aliados). Es decir, que tenemos por una parte un país en el que se muestran seguros, al menos de cara al exterior, de la necesidad de continuar la guerra hasta imponer una derrota a Rusia y recuperar todos los territorios hasta ahora perdidos, por más que las opciones en este aspecto sean mínimas.

Por otra parte, una situación en términos más amplios en la que Rusia, como nos hemos cansado de repetir, cree estar luchando una guerra civilizacional contra Occidente, no reconoce el derecho a la existencia de Ucrania y no se va a contentar -salvo de forma temporal y solo para continuar acumulando fuerzas y generando nuevas capacidades- con la fracción de este país que ya controla.

Ahora bien, ni la economía ucraniana ni su población han sido movilizados al nivel que exige una guerra por la supervivencia. En el primer caso, aunque se van dando pasos para aumentar la producción de todo tipo de material militar, es difícil asegurar que Ucrania esté en una «economía de guerra» como las que padecieron las sociedades europeas en los grandes conflictos de la primera mitad del siglo XX. En el segundo, tampoco se aprecia que haya un flujo masivo de voluntarios dispuestos a empuñar las armas, a pesar de que está en juego la existencia misma de Ucrania, atendiendo tanto a lo que nos dice el discurso ruso, como a lo que aseguran los gobernantes ucranianos.

Lo complicado es determinar por qué esto es así. La diáspora ucraniana no parece dispuesta a regresar en muchos casos. No a luchar. En cuanto a los ucranianos que viven lejos del frente, parecen en cierto sentido haber descontado la pérdida de territorios. Tampoco está claro hasta qué punto el nacionalismo ucraniano ha calado en estos años, aunque se ha intentado difundir a marchas forzadas para cohesionar al país. Ni -y esto es lo más polémico y difícil de probar- en qué forma la corrupción moral que implicó el socialismo real, especialmente en sus últimas fases (favoritismos, nomenklatura, corrupción generalizada, estraperlo, fingir que se trabaja, sálvese quién pueda…), ha podido afectar a las posibilidades ucranianas. Y es que Ucrania era y es un país construido solo a medias, sin terminar de vertebrar y sin completar el cambio hacia una sociedad de corte occidental y marcado por tanto por una fuerte polarización.

De esta forma, aunque el valor y la capacidad demostrada por sus ciudadanos ha sido y sigue siendo mucho, en términos generales ha sido también bastante desigual y desde las instituciones no parecen contar con las herramientas adecuadas para extraer todo el potencial que esconde. En el caso ruso, por el contrario, aun padeciendo muchos de los mismos males, el trabajo previo respecto a la construcción de una identidad nacional estaba mucho más adelantado desde 1991 y, al contar con un gobierno estable, monolítico y con unos poderes muchísimos más amplios, se ven beneficiados. En cualquier caso, todo esto es, insistimos, algo muy difícil de demostrar con datos que queda sujeto por tanto a la especulación y el debate.

Dejando el terreno de la especulación, para pasar a analizar lo ocurrido en las últimas horas en el frente, tenemos que desde Ucrania aseguran que hasta 39 drones Shahed-131/136 (Geran-1/2) y cuatro misiles antiaéreos procedentes de sistemas S-300 en función de ataque a tierra han sido lanzados contra su territorio en la última noche. De estos, habrían logrado neutralizar 35 drones, produciéndose explosiones en Krivói Rog o en Odesa, entre otros puntos.

En el caso ruso, se ha producido un incendio en un depósito de petróleo de la región de Kursk, tras un ataque ucraniano con drones. Además de esto, como viene siendo habitual, desde Rusia han hablado de distintos intentos de ataque ucranianos con drones sobre la región de Bélgorod, así como sobre las de Volgogrado y Rostov.

Más allá de esto, las novedades en cuanto movimientos son casi nulas en la última jornada, aunque los combates siguen produciéndose con la regularidad habitual y las pérdidas de unos y otros se mantienen altas, con intenso empleo de drones.

Al norte del frente, la situación permanece estable tanto en Kupiansk como en Kreminna, después de las últimas ganancias rusas en esta zona.

En el área de Bakhmut, el frente sigue igualmente estable mientras las tropas rusas continúan tratando de hacerse con Ivanivske y de avanzar hacia Chasiv Yar.

En el caso de Avdiívka, por último, en donde la situación en el frente se habría estabilizado tras recibir los ucranianos munición en los últimos días, nos encontramos una jornada más con las tropas rusas tratando de romper la línea Berdychi, Orlivka, Tonenke, por el momento sin resultado.

Contexto internacional, diplomacia y sanciones

En cuanto al apartado internacional, y como corresponde al fin de semana, la actividad ha disminuido notablemente. Comenzando por los Estados Unidos, allí ha seguido hablándose del contenido del último discurso sobre el estado de la nación. Una parte interesante del mismo, a la que no habíamos hecho referencia, tenía que ver con el tipo de amenazas que enfrenta, según Biden, la democracia, haciendo referencias explícitas a Rusia. Así, el presidente estadounidense dijo: «En el extranjero, Putin de Rusia está en marcha, invadiendo Ucrania y sembrando el caos en toda Europa y más allá», añadiendo «Si alguien en esta sala piensa que Putin se detendrá en Ucrania, les aseguro que no lo hará».

Más allá de esto, en las últimas horas ha causado revuelo una vez más el Papa Francisco, quien ha llamado a las partes a negociar la paz en Ucrania durante una entrevista concedida al medio suizo RTS. Según el Papa, «Creo que los más fuertes son los que ven la situación, piensan en la gente y tienen el coraje de levantar la bandera blanca y negociar», frase a la que siguieron otras, que son las que han provocado reacciones y las que han sido replicadas, como es lógico, por medios rusos. Frases tales como «No te avergüences de negociar antes de que las cosas empeoren» o «Esa palabra negociar es una palabra valiente. Cuando veas que estás derrotado, que las cosas no están saliendo, que tengas el coraje de negociar», aunque la entrevista estuvo trufada de otras declaraciones igualmente polémicas, incluyendo referencias al papel de la industria y del dinero en la guerra.

Finalmente, la Oficina de Prensa del Vaticano ha tenido que aclarar que el Papa no estaba pidiendo a Ucrania que capitulara: «En otra parte de la entrevista, hablando de otra situación de conflicto, pero refiriéndose a cualquier situación de guerra, el Papa afirmó claramente: “La negociación nunca es una capitulación”».

En otro orden de cosas, se ha publicado que Armenia estaría considerando presentar una solicitud de membresía a la Unión Europea en medio de las crecientes tensiones con Rusia, que hasta hace poco ha sido su principal aliado y el garante de su seguridad. Así lo habría hecho saber el ministro de Exteriores de este país, Ararat Mirzoyan, quien ha declarado que «Hoy en día se están discutiendo muchas oportunidades nuevas en Armenia y eso no será un secreto si digo que incluye la membresía en la Unión Europea». Aunque obviamente es difícil que el país pueda acceder al bloque, no deja de ser interesante que también desde el Cáucaso, tanto este país como Georgia, estén llamando a las puertas de los Veintisiete.

Para finalizar, lo hacemos con el secretario de Exteriores británico, David Cameron, quien en una entrevista con el diario alemán Süddeutsche Zeitung ha asegurado que se opone al envío de tropas a Ucrania asegurando que «Las misiones de entrenamiento se llevan a cabo mejor fuera del país» y que «Deberíamos evitar crear objetivos obvios para Putin». Todo mientras pedía a los alemanes que suministrasen armas de largo alcance a Ucrania, en referencia a los misiles de crucero Taurus que el país teutón se niega a entregar.