La primer jornada de 2024 nos ha dejado, una vez más, imágenes de destrucción en distintos puntos de Ucrania, toda vez que Rusia ha lanzado sobre su territorio alrededor de un centenar de drones Shahed-131/136 (Geran-1/2), causando daños en ciudades como Leópolis, Kiev o Mykolaiv. Más allá de esto, los movimientos sobre el terreno han seguido siendo mínimos, en un día en el que Noruega ha aprobado la venta directa de armamento y material militar a Ucrania y en el que se ha hablado sobre la evolución interna de la política rusa y lo que esto podría suponer no solo para el futuro de la guerra, sino para el continente.
En distintas ocasiones, a lo largo de 677 jornadas, hemos insistido en que Rusia sigue una evolución propia que hace que conflictos como el de Ucrania sean más y no menos posibles. En determinados círculos (o más bien entre determinados sectores en los extremos del arco político), afines al Kremlin e influenciados por la propaganda rusa, se tiende a creer que desde Moscú tenían muchos motivos para lanzar la invasión de su vecino, alegando desde la necesidad de establecer fronteras estables (basadas en criterios étnicos o lingüísticos) después de que, en 1989-1991, el tema quedara en suspenso.
También se habla de la amenaza que la OTAN o la UE plantean a Rusia y los deseos de expansión de estas últimas, pero siempre sin entrar en las razones profundas y obviando que ninguna de ellas obliga a los futuros candidatos a buscar la pertenencia, sino que, especialmente en el primer caso, dan respuesta a un dilema de seguridad. Al fin y al cabo, lo que suele hacerse es justificar cualquier acción que lleve a cabo Rusia no en base a los motivos reales o la evolución política de este país y su posible futuro, sino a la atracción por el proyecto político de Putin, parte del cual se basa en el orden interno y la defensa de una serie de valores a los que el presidente ruso ha hecho referencia una y otra vez en discursos como el de la pasada Nochevieja.
El problema de las afinidades es que rara vez permiten discernir la realidad de las cosas con la necesaria perspectiva y autocrítica. En el caso ruso, lo que tenemos es un país que, desde hace algunos años, ha venido profundizando en una revolución conservadora de consecuencias en algunos casos impredecibles, pero que podría volverse incluso contra muchos de sus defensores dentro de la Unión Europea y de los Estados Unidos. Hay que tener en cuenta que cuando desde un régimen, el que sea, se hace todo lo posible por imponer determinados valores, pero no existe el contrapeso de la libertad de expresión o la posibilidad de alternancia política, resulta imposible moderar sus efectos futuros o reconducir la situación.
Este es el caso de Rusia, algo que debe preocuparnos, toda vez que la oposición política está resultando totalmente apartada de la vida pública y las nuevas generaciones únicamente pueden atender a un único discurso, cada vez más extendido a través de las instituciones educativas y de organizaciones como los «Jóvenes Pioneros» (que recuperan algo que ya existía en tiempos soviéticos y pretendía ser una suerte de alternativa a los Scouts occidentales) que se encargan de hacer que una sola visión del mundo y del papel de Rusia en este sea posible.
El problema, en relación con la seguridad europea y mundial es mayúsculo. A corto y medio plazo, al menos mientras Putin siga dirigiendo el país –ha reforzado la vertical del poder desde el pasado verano, pero también demostrado que su control, basado en equilibrios entre las élites, no es tan claro como muchos pensaban-, hay razones para pensar que Rusia seguirá con su esfuerzo bélico. Por ahora, en Ucrania, pues la guerra sigue en marcha y como se vio ayer en los discursos de Putin y Zelenski, sin posibilidad de acuerdo en los próximos meses. Y si se cierra, quizá contra otros miembros de la OTAN, algo que no puede descartarse. Al fin y al cabo, Putin tiene incentivos para no rebajar la tensión con Occidente, independientemente del coste para el país.
Una vez Putin deje de estar al mando, e independientemente de quien sea el sucesor, es cada vez más factible que la moderación que el actual presidente también impone, pueda ir dejando paso a visiones crecientemente radicales y alejadas del realismo. Al fin y al cabo, es la consecuencia lógica de su dinámica interna y del esfuerzo que se está llevando a cabo desde el Estado (que cabe asimilar cada vez más a Putin y su camarilla) por fomentar toda la serie de valores a los que hemos hecho referencia anteriormente. Sea como fuere, parece cada vez más difícil que se acuerde un nuevo orden de seguridad para Europa que sea estable a largo plazo.
Este, si llega, lo hará más bien por la vía de los hechos, como ha declarado recientemente el jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas chechas, Karel Rehka, quien entiende que, aunque una guerra con Rusia no es por el momento probable, tampoco es imposible, añadiendo que, de cara al futuro, «solo la disuasión funcionará». Aunque pueda parecer un argumento de perogrullo, lo cierto es que no parece que en muchas instancias se haya hecho la necesaria reflexión respecto a lo que supone a largo plazo, incluso aunque la incapacidad a la hora de generar disuasión por parte de europeos y estadounidenses generase una «ventana de vulnerabilidad» que está detrás del inicio de la invasión (y no es Rusia el único país que juega con este concepto, por cierto).
No es solo que, dentro de la Unión Europea, no se haya abierto todavía el «melón» nuclear (como pedía Beatriz Cózar en nuestro primer libro y en algunos de sus artículos), confiando veintiséis de los veintisiete Estados miembros en la disuasión extendida sea estadounidense o francesa. Es que no se han tomado por el momento medidas claras para actuar en caso de necesidad, atendiendo a las lecciones que está dejando la guerra de Ucrania. Entre ellas, la necesidad de hacer frente a una enorme atrición desde los primeros compases, lo que demanda no solo sistemas de movilización efectivos, sino también unas capacidades de producción que siguen estando muy lejos de las que poseemos, a pesar de los esfuerzos de los últimos meses (lo que ha motivado recientemente duras palabras por parte del ministro de Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba, quien ha acusado a Europa -en referencia a sus aliados- de «no saber librar guerras»).
Así las cosas, y salvo que se realice un esfuerzo mayor que el actual, un enfrentamiento a futuros con Rusia es más, y no menos probable, pues a falta de una arquitectura que asegure la paz en el continente, la única garantía de seguridad pasará como decía el general Rehka, por la disuasión.
Cambiando ya de tercio, para pasar a tratar la realidad sobre el terreno en las últimas horas, tenemos como apuntábamos ayer que los lanzamientos de drones y misiles rusos han continuado, con fuerza creciente. Desde fuentes ucranianas se ha hablado, en total, de hasta un centenar de drones Shahed-131/136 (Geran-1/2) sobrevolando el territorio ucraniano durante la última jornada. De hecho, su Ministerio de Defensa ha publicado primero un anuncio en el que hablaba de 90 drones, de los que habrían derribado 87 y, posteriormente, de una decena más, 9 de los cuales habrían sido neutralizados, así como un misil Kh-59.
A pesar de la efectividad de las defensas aéreas, que de ser ciertas las cifras, se mantendría en tasas altísimas, se han registrado impactos en localidades como Odesa, en donde un edificio residencial ha resultado dañado, Leópolis y Dubliany, Dnipró o Járkov.
En cuanto a los combates, si bien siguen identificándose altas pérdidas, estos no se han traducido en movimientos de posición relevantes en la última jornada. En cuanto a las bajas, por cierto, el personal de Mediazona ha identificado ya a más de 40.000 rusos fallecidos desde el inicio de la invasión, concretamente a 40.599 de los que disponen de datos como el nombre o los apellidos.
Los movimientos son, como decíamos, escasos. En primer lugar, se han registrado leves cambios al sur de Bakhmut, en la zona de Zelenopillya, en donde las tropas rusas han conseguido avanzar apenas unos metros en dirección al canal de agua dulce.
El otro punto en el que se han producido cambios, aunque también menores, es Avdiívka. Allí el Ejército ruso habría conseguido traspasar nuevamente las vías férreas que encontramos entre Krasnohorivka y Berdychi, como ya lo hicieran en varias ocasiones en las semanas previas, teniendo en todos los casos posteriormente que retroceder ante los contraataques ucranianos.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
En el apartado internacional, y como es de esperar dadas las fechas en las que nos encontramos, las novedades son mínimas, pues la actividad diplomática se encuentra prácticamente paralizada. De hecho, ni siquiera están produciéndose declaraciones públicas a través de las redes sociales, algo que durante el resto del año ocurre a diario. Las pocas que sí se han producido, además, han sido para felicitar a otros Estados por diversos motivos, como ha hecho el primer ministro ucraniano a propósito de Eslovaquia o como han hecho con Haití y Sudán desde el Ministerio de Exteriores del país.
A pesar de ello, hay alguna noticia que conviene compartir. En primer lugar, Zelenski ha mantenido una charla telefónica con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, en la cual se han centrado en el fortalecimiento de la defensa aérea ucraniana y en la que ha informado al canadiense del resultado de las últimas oleadas masivas de misiles y drones lanzadas por Rusia. Además de esto, han hablado también sobre las garantías de seguridad a Ucrania, han anunciado que se ha iniciado el diálogo de cara a preparar un «importante» acuerdo bilateral y se ha hablado sobre la futura reunión de asesores de la «Fórmula de paz», que tendrá lugar en enero.
La segunda noticia tendría que ver, dado el comienzo del nuevo año, con la asunción por parte de Bélgica de la presidencia de turno de la Unión Europea, en sustitución de España. En relación con esto, el ministro de Exteriores ucraniano ha deseado a Bélgica éxito en la «realización de su ambiciosa agenda», a la vez que ha agradecido a su homóloga belga, Hadja Lahbib, el que le haya asegurado que la adhesión de Ucrania a la UE será una prioridad.
La tercera noticia, y quizá la más relevante, procede de Noruega. El país nórdico ha autorizado la venta directa de armas y material militar de producción nacional a Ucrania, como se deduce del comunicado publicado por el Gobierno noruego. Así las cosas, si hasta el momento la ayuda de Noruega a Ucrania se había canalizado a través de cuatro mecanismos: 1) donaciones de fondos propios; 2) donaciones realizadas a través de mecanismos de cooperación y fondos internacionales; 3) material adquirido a la industria de defensa del país y; 4) formación de personal ucraniano, a partir de ahora Ucrania podrá adquirir en el país aquel material militar y armamento que considere necesario. Ahora bien, como se desprende también del anuncio hecho por el Gobierno noruego, se establecerán una serie de mecanismos de control de forma que se permita la trazabilidad del material. Además, cada solicitud será examinada de forma independiente, atendiendo tanto a las regulaciones noruegas de exportación de armamentos como al Tratado sobre Comercio de Armas de la ONU.
Por último, para cerrar el informe de hoy, Kiev Independent ha publicado una noticia en la que se cuenta cómo veteranos estadounidenses han viajado a Ucrania por sus propios medios para colaborar entreteniendo -en este caso con su música- a niños ucranianos en escuelas y jardines de infancia, así como a militares ingresados en hospitales. Si bien su iniciativa no va a cambiar gran cosa por sí misma, hay que tener en cuenta que solo es una de las muchas que se llevan a cabo por parte de particulares y que, en conjunto, sí tienen un impacto sobre la sociedad ucraniana.
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